coaching ejecutivo

Una sola palabra lo cambia todo

He asistido a muchas reuniones donde se trataban de nuevos proyectos, mejoras, soluciones … que requerían de algún tipo de inversión (o gasto). En un momento dado, alguien pronunciaba la frase:  

«Eso cuesta mucho»

y, al abrigo de un cargo de responsabilidad, o de una ganada fama de experto en su materia, la afirmación se daba como veraz. Al igual que en el juego de «Hundir la Flota», la propuesta quedaba «tocada y hundida».
Sin embargo, desde hace algún tiempo, cuando escucho esta frase, u otra similar, automáticamente pregunto:
 

«Exactamente, ¿cuánto?»

Casi nunca he recibido contestación a esa pregunta. Sí vaguedades. Sí miradas estupefactas. Sí actitud defensiva, casi diría, en la mayoría de los casos. Pero no la respuesta. Con el tiempo, al ir haciendo la pregunta, me he dado cuenta de que lo que marca la diferencia no es la pregunta en si, sino la palabra «exactamente».
Exactamente, ¿cual es ese tema urgente por el que no puedes ocuparte? Exactamente, ¿por qué no se ha realizado el trabajo? Exactamente, ¿por qué no se ha informado del retraso? Exactamente, ¿quién ha dicho tal o cual cosa? Exactamente, ¿ha dicho eso? Exactamente, ¿dónde está el problema?  
Lo que cambia de manera tan drástica la frase no es en si la palabra «exactamente», sino la intención de llegar al fondo del asunto, de saber realmente por qué y para qué de cada cosa, y sobre todo, comenzar la frase con la palabra «exactamente» envía el mensaje claro: «Aquí no vale cualquier respuesta: merezco el respeto de llegar al fondo del asunto».
El trabajo duro no es realizar la pregunta, sino reunir el valor para preguntar en voz alta, interponiendo la palabra «exactamente». El valor de enviar el mensaje «lo siento: esto es importante y por ello, sólo es válida una respuesta clara a la pregunta»
En más de una ocasión no he pronunciado la palabra «exactamente», y francamente, me arrepiento. Pienso que dejado que la mediocridad se saliese con la suya frente a la intención, cuando, menos, de hacer algo que mereciese la pena, o simplemente, de no formar parte de la masa cuya identidad le dice «nada va a cambiar».
Creo que la excelencia es hacer la cosas ordinarias de manera extraordinaria. Las cosas sencillas, las pequeñas cosas, marcan la diferencia.
Desde luego, «exactamente», está en mi lista de esas «pequeñas» cosas.
¿Estás de acuerdo? ¿Qué está en tu «pequeña» de cosas que marcan la diferencia? Háznoslo saber.
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