Leyendo artículos de liderazgo y gestión, me he topado con una ley que, aunque conocía de forma intuitiva y de manera práctica he experimentado, nunca había visto escrita. Una ley simple que, de haberla conocido en otro momento, me hubiera ahorrado un sinnúmero de noches en vela, ira y estrés. Es la ley de los tercios. Imagina que eres un líder de una organización o de un grupo de personas. Da lo mismo el tamaño o el sector en el que estés: puedes ser el CEO de una gran multinacional, el director de un departamento, o el responsable al cargo de un equipo de voluntarios, puesto que vamos a hablar de personas (Nota: aquí siempre me viene la misma pregunta: ¿Y qué son las organizaciones sino personas?). Un líder es alguien que lidera (pido disculpas por esta simpleza, que no siempre es tan evidente). Liderar implica posicionarse, implica tomar decisiones difíciles (las fáciles las sabemos tomar cualquiera), implica decir NO (el trabajo más duro que existe) y sobre todo, implica servir. Y en este punto de posicionamiento del líder ante la realidad, es donde la ley de los tercios cobra vida: ante las directrices o decisiones del líder, hay un posicionamiento de las personas afectadas por esas decisiones que hacen que se dividan en tres grupos, más o menos iguales en tamaño: Grupo 1: Los partidarios. No diré ni tan siquiera entusiastas; simplemente, partidarios. Lo que el líder comunica resuena con su esencia, y aunque les pueda perjudicar en el corto plazo (más trabajo, menos recursos, cambio de paradigmas,…), se suman a la línea que el líder marca, sin hacer ruido. Grupo 2: Los “negativistas” (a los que yo prefiero llamar cenizos).
Los cenizos tienen un lema que llevan al extremo: “A cada solución, un problema”.
Su talento se dedica a encontrar todo tipo de impedimentos. Personas cuyo ego está al mismo nivel que su miedo, a pesar de que públicamente muestran lo contrario. No desaprovechan oportunidad alguna para mostrar su descontento y sus firmes convicciones sobre la mala dirección que están tomando las cosas. Grupo 3: Los indecisos. Personas que observan, y observan y observan … y siguen observando antes de posicionarse. Bien sea por una cuestión táctica (“si no me posiciono, no me podrán decir nada”), bien sea por pura supervivencia, retrasan al máximo (alguno de ellos, “ad infinitum”) el tomar una clara dirección. Estos tres grupos se suelen tener el mismo número de integrantes, pero la percepción hace que uno de ellos destaque: los cenizos. Lógico: son los más activos y los que más energía mueven. Hablando llanamente, son los que se hacen notar. Ante esa situación, hay dos opciones: Opción 1: Tratar de ganarse a grupo de los cenizos. Mala opción. Muy mala. ¿Por qué? Porque este grupo vive del miedo, y el miedo no tiene límite (Nota: como decía mi padre: “Hijo, el miedo es gratis y ya se sabe: de lo que no cuesta, se llena la cesta”). Los cenizos son inasequibles al desaliento. Al igual que el conejito de Duracell, nunca paran. Absorberán toda la energía del líder el cual, habiendo leído algún libro de management y liderazgo, creerá que eliminando esta resistencia, allanará el camino al cambio. Error. Los indecisos verán como la atención se centra en los cenizos, y por ello, buscarán ese mismo reconocimiento, uniéndose al grupo. Los partidarios, silenciosos, se verán traicionados en lo más hondo de su ser y finalmente, por hastío, dejarán apoyar al líder. De manera inconsciente, el líder habrá «apoyado» a los detractores, mediante el regalo de su tiempo y energía. Los partidarios, finalmente, ser marcharán a otra parte donde su lealtad a una causa sea reconocida. Fin de la historia. Sólo hay una fuerza en el universo más poderosa que la que mueve a los negativistas, y es la fuerza necesaria para tomar el otro camino. Opción 2: Asumir lo mejor y poner el foco como si toda la organización fuesen partidarios. Remar a favor de corriente. Fácil y fluido. Si el líder toma este camino, ¿se las tendrá que ver con los cenizos? Por supuesto (recordemos su “energía Duracell”). Pero ante sus críticas, sus negativas, sus miedos, tendrá que oponer la fuerza más poderosa que existe: el amor. ¿Idílico? De ninguna manera. Tendrá que confiar, a pesar de las sensaciones de su cuerpo (ira, rabia, tristeza, …) , en que el camino escogido es el único posible y de manera práctica, deberá:
- Agradecer la aportación de los que niegan todo.
- Explicar porqué ha escogido un dirección y no va a cambiar su línea, dado que lo hace en beneficio de toda la organización (y no solo de una parte).
- Volcar toda su energía en avanzar, sin preocuparse de los cenizos, confiando en que los indecisos se unan a su grupo, y que de una u otra manera, los cenizos desistan o simplemente, se vayan a otro sitio donde su energía sea bienvenida.
Poniendo el foco en lo que uno desea, puede que finalmente se produzca el milagro: hasta algún que otro cenizo, se convierta en partidario. Tan curioso, como cierto. Créeme: te lo digo por experiencia. ¿Te ha parecido interesante?¿Estás de acuerdo lo expuesto? Haznos saber tu posición respecto a este tema. GRACIAS. Photo by Suhyeon Choi on Unsplash
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