¿En algún momento te has sentido furioso y no has sido capaz de reprimir ese sentimiento? Estoy aquí para ayudarte, por eso te voy a mostrar algunos consejos prácticos para controlar la ira.
Comienzo este post sobre una historia que hace referencia a la ira.
Un guerrero, el más grande de los samuráis, fue a ver al maestro zen Takayuki y le preguntó con cierta ansia (puesto que los pensamientos le estaban atormentando desde hace tiempo):
—¿Existe el infierno? ¿Existe el cielo? ¿Dónde están las puertas que llevan a ellos? ¿Por dónde puedo entrar?.
—¿Quién eres? —le preguntó Takayuki.
—Soy un samurái —le respondió el guerrero—. Pero no cualquier samurái: soy el jefe de los samuráis, el más grande de entre todos ellos. Hasta el emperador mismo me respeta —dijo.
Takayuki se rió y contesto:
—¿Un samurái, tú? Vete. Eres un mentiroso. A mí me pareces un mendigo.
El samurái se sintió menospreciado y olvidó para qué había venido. Saco su espada y ya estaba a punto de matar a Takayuki cuando este le dijo:
—Esta es la puerta del infierno. Tu espada, la ira que se ha apoderado de ti, tu ego, te abren esa puerta.
Inmediatamente el samurái entendió la lección y mansamente, envainó la espada y Takayuki dijo:
—Y aquí se abren las puertas del cielo. El cielo y el infierno están dentro de ti. Ambas puertas están dentro de ti. Cuando te comportas de forma inconsciente, estás en las puertas del infierno; cuando estás alerta y consciente estas en las puertas del cielo. El cielo y el infierno no están al final de la vida, están aquí y ahora. Y las palabras abren en un instante las puertas de uno o de otro. Escoge, en cada momento, qué puertas deseas que se abran.
La ira es una de las emociones más potentes y que con más frecuencia se presenta en el mundo empresarial. Es bastante frecuente que en mis sesiones de coaching ejecutivo mis coachees expresen, de una u otra manera, que sufren del control que ejerce sobre ellos esta emoción.
Ira, rabia o agresividad son básicamente la misma cosa: emociones que nos llevan a ir contra quien esté en frente: jefes, colegas de trabajo, colaboradores… o simplemente, cualquiera que pase por delante. Miles de millones de seres humanos han sufrido, sufren y sufrirán esta emoción.
Si tu eres uno de ellos, bienvenido al club. Si crees que no, revisa lo que entiendes como ira, porque lo primero que debemos hacer es tomar conciencia de que estamos sintiendo ira (rabia o agresividad, como decidas llamarlo).
Índice
Séneca y la ira
Lucio Anneo Séneca ya escribió, allá por el siglo I a. C., su Tratado sobre la ira, donde establece que «la ira es el deseo y no la facultad de castigar, por eso nunca apoya a la razón».
Cuando la emoción nos atrapa, dejamos de ser seres racionales para pasar a estar dirigidos por la emoción.
La ira no permite que pensemos con claridad y prepara todo nuestro cuerpo para el ataque hacia aquello que consideramos una amenaza, provocando un estrés nada beneficioso ni para nuestro organismo, ni para nuestra carrera profesional.
Cuenta Séneca en su libro una historia acerca de Pisón.
Pisón fue varón exento de muchos vicios, pero con espíritu perverso que tomaba rigor por firmeza. En un momento de ira, había ordenado que se llevase al suplicio a un soldado que había vuelto de forrajear sin su compañero, acusándole de haber dado muerte al que no podía presentar.
El soldado le suplicó que le concediese algún tiempo para buscarlo, y Pisón, se lo negó. Sacaron, pues, al condenado fuera del recinto y ya tendía el cuello, cuando de pronto se presentó el que suponían muerto. El centurión encargado del suplicio mandó entonces al que iba a descargar el golpe de gracia, que envainase la espada y llevó al condenado a Pisón, para devolver al juez la inocencia, puesto que la fortuna se la había devuelto ya al acusado. Inmensa multitud seguía a los dos compañeros, que marchaban abrazados con gran regocijo de todo el campamento.
Pisón se lanzó furioso a su tribunal y mandó llevarles al suplicio a los dos, el que no había matado y el que no había sido muerto. ¿Hay algo más indigno que esto? Porque uno era inocente, perecieron dos. Pero Pisón añadió una nueva víctima: el centurión que trajo a los soldados fue condenado a muerte. Decidido quedó que perecieran tres hombres en el mismo punto a causa de la inocencia de uno de ellos. ¡Oh, cuán generosa es la ira para inventar pretextos a su furor!
—A ti —dijo— te mando a la muerte porque has sido condenado; a ti, porque has sido causa de la condena de tu compañero; a ti, porque habiendo recibido orden de matar, no has obedecido a tu general.
Lo básico y fundamental: detectar la ira
Cuando la emoción nos atrapa, como a Pisón la ira, no es momento de comunicarse con nadie, puesto que lo que haremos con total seguridad será lanzar hacia el otro nuestro propio veneno.
Las emociones son exclusivamente interiores de cada uno de nosotros. La clave para gestionarlas consiste en darse cuenta cuando estamos atrapados por una emoción y resistirnos a toda tentación de expresarla hacia el otro, puesto que el otro no tiene culpa alguna de lo que está sucediendo única y exclusivamente en nuestro interior.
La ira es como un programa que se activa y, de manera automática, hace que la sensación, con los pensamientos asociados, invada nuestro cuerpo.
Si hiciésemos la analogía con un ordenador, esos programas serían como virus que nos infectan y hacen que nos ralenticemos (puesto que ponemos parte de nuestra energía en esa emoción) o directamente, nos colapsemos.
“¿Qué es lo que has hecho sin consultarme?” ”¡Pero qué se ha creído!””¡Cómo se atreve a opinar de mi departamento!” ”¿Has visto el e-mail que me ha mandado?¿Pero quién se cree que es?”
Estas frases típicas suelen ir acompañadas de una o varias de estas sensaciones en el cuerpo de agresividad, o directamente, de ira: voz elevada o directamente gritos; puños y mandíbula apretados; sensación de opresión en el cuello o en el pecho; sequedad en la boca; rigidez en todo el cuerpo; acaloramiento.
En cuanto detectes en ti estos síntomas, es el momento de poner en funcionamiento alguno de los tips prácticos que te muestro a continuación.
Haz lo contrario de lo que te pide la ira
La ira, como he comentado, es una energía muy potente. Una energía de acción.
¿Cuál es el problema? Que habitualmente nadie nos ha enseñado a gestionar esa energía tan potente, por lo que la respuesta que solemos dar es canalizarla para luchar o de manera agresiva contra el otro y eso es un gran error.
No es nada infrecuente ver esas discusiones enconadas entre colegas por un asunto que, visto en perspectiva, era algo bastante trivial y que no merecía todo ese “acaloramiento” (porque uno de los síntomas de la ira es el calor que siente en todo el cuerpo), pero para todo el que está inmerso o ha presenciado “el espectáculo”, deja una imagen bastante negativa de quien se ha dejado llevar por ese momento de ira.
Por ello, en cuanto detectes que la ira se está apoderando de ti, lo que debes tener muy claro es que no tienes que entrar en discusión ni hacer nada en contra de quien tienes delante. Guárdate la ira para ti, puesto que si no lo haces, eso tendrá una consecuencia en tu entorno.
Tampoco es raro encontrarse al colaborador que acumula lo que considera injusticias y un día estalla, lanzando toda esa ira reprimida contra su jefe. Esto suele ser una pésima decisión que traerá algún tipo de consecuencias en tu vida, por lo que te aconsejo encarecidamente que no lo hagas.
Otra cosa que suele pedir la ira es contarle a alguien lo que te sucede. Lo que habitualmente denominamos “ir a desahogarse”.
Esta sí que es una pésima práctica, puesto que la persona la que le cuentas lo que te ocurre (que nunca es la verdad pura, dado que incorporarás tus filtros) habitualmente te va a dar la razón, lo que hará que te “cargues de razones” para ir aún más en contra de la persona que te ha disparado esa emoción.
Bajo ningún concepto hables con otra persona del tema, salvo que sea un profesional, como un coach ejecutivo, que realmente te ayude con la gestión de lo que está ocurriendo dentro de ti. Créeme, eso te evitará males mayores.
¿Y cómo gestiono la ira? 7 tips prácticos para líderes
No proyectar nuestra ira en los demás es un primer paso, pero quedarnos dentro de nosotros con toda esa emoción, va a tener sus consecuencias.
Como hemos dicho, la ira es una emoción muy potente (totalmente diferente, por ejemplo, a la culpa o la tristeza), por lo que hemos de darle salida de una manera adecuada.
Aquí te muestro 4 formas diferentes de hacerlo:
- Gestionar la ira con agua. Parece algo extraño, pero tal y como comenté, una manifestación física de la ira es la sequedad en la boca. Por lo tanto, en momentos de ira, bebe agua. El cuerpo interpreta que al desaparecer el síntoma (sequedad en la boca) se ha disipado la causa de la emoción (la ira), por lo que automáticamente reacciona disminuyendo el nivel de tensión en nuestro cuerpo.
- Cambia de postura. Otro síntoma de la ira es la postura agresiva: ese mantener el cuerpo en tensión. Por lo tanto, adopta una postura más relajada: si estás de pie, destensa los hombros, abre las manos (lo normal es que tengas los puños cerrados), abre los brazos (en caso de los tengas cruzados) … Y si estás sentado, apoya tu espalda sobre el respaldo del asiento, o directamente, recuéstate un poco. Créeme: funciona.
- Sonríe. Pero no con un sonrisa falsa, irónica o sarcástica. Sonríe con una sonrisa auténtica, de esa que hace que se te marquen las «arruguillas» en los ojos (lo que se denomina la “sonrisa Duchaine”). De nuevo, el cuerpo interpreta que ha desaparecido la causa de la ira e inmediatamente, la emoción baja.
- Usa tu sentido del humor. No sarcasmos (que es una forma de violencia de baja intensidad) sino algo que tenga gracia y que rompa la dinámica de enfrentamiento y agresividad.
Ahora bien, puede ser que la emoción sea tan potente que necesites sacar esa emoción de otra manera, puesto que no estás totalmente “envenenado” y necesitas expulsar ese veneno (que no es otra cosas que tu cuerpo lleno de neuropéptidos segregados por la amígdala).
En ese caso, te doy otros 3 tips que funcionan de maravilla, a la vista del feedback de los ejecutivos que los han empleado tras nuestras sesiones de coaching:
- Vete a correr (o a dar un paseo con paso ligero). No hay mejor manera de liberar el estrés provocado por la ira que haciendo ejercicio. Por lo tanto, si puede hacer ejercicio en ese momento, hazlo, y si no, siempre es posible dar una vuelta a la manzana a paso ligero (o dos vueltas, o las que sea necesario). Cualquier cosa menos lanzar tu agresividad en contra de otra persona.
- Grita. No hay nada más liberador que gritar hasta quedarte sin aliento. El problema es que si te oyen, la gente va a huir de ti como alma que lleva el diablo, así que solo te recomiendo utilizar este recurso cuando estés aislado del mundo.
- Golpea con una almohada en el suelo. Como si no existiese un mañana. Golpea con todas tus fuerzas hasta que te quedes sin fuerza. De esta manera, liberarás toda esa energía disfuncional dentro de tu cuerpo, sin hacer daño a nadie.
Y después de sacar la ira, ¿qué?
Después de haber sido capaz de sacar toda esa energía de tu cuerpo sin haberla proyectado hacia ninguna otra persona, lo único que debes de hacer es preguntarte “¿Para qué me ha sucedido esto?”.
Importante: no preguntes el por qué, sino para qué y deja que el episodio se te olvide. Seguro que viene a tu mente, un poco antes o un poco después la respuesta a esa pregunta, lo que te traerá un información relevante para seguir avanzando en tu liderazgo.
¿Te ha resultado interesante este artículo? Si es así, permíteme ofrecerte…
- … nuestro coaching ejecutivo para líderes y senior managers.
- … nuestra consultoría para simplificación de la gestión.
- … nuestra formación en liderazgo.
Conecta conmigo y te mostraré cómo puede cambiar tu vida con Ingeniería del Crecimiento.