El Principito. La obra de Antoine de Saint-Exupéry, publicada por primera vez en 1946. Capítulo XIII. El Principito aterriza en el cuarto planeta: el del hombre de negocios. Nada más llegar, se encuentra con un hombre volcado sobre su escritorio, contando. De hecho no para de contar.
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Tan embebido está en sus cuentas, que ni siquiera saluda al recién llegado. ¿Te suena esto de algo?
El hombre de negocios alardea de que en 54 años que lleva habitando el planeta, sólo había sido «molestado» tres veces:
- La primera, hacía 22 años por un abejorro que cayó en su mesa, lo que implicó cuatro errores en la suma que estaba haciendo.
- La segunda, hacía 11 años, por un ataque de reumatismo. «Me hace falta ejercicio. No tengo tiempo para moverme. Yo soy serio.», dijo el hombre de negocios.
- ¿Y la tercera vez? Pues en el momento en el que el Principito aterrizaba en el planeta.
En ese preciso instante, el hombre de negocios contaba estrellas. ¿Para qué? Pues para poseerlas y ser rico. Delirante. «Las administro, las cuento y recuento. Sí, es difícil, pero soy un hombre serio«, comentaba el hombre de negocios. «Escribo en un papelito la cantidad de mis estrellas. Y después, cierro el papelito, bajo llave, en un cajón». «Eso no es serio», pensó el principito, que tenía ideas muy diferentes de las de las «personas grandes». «Yo poseo una flor, que riego todos los días. Poseo tres volcanes que deshollino todas las semanas. Pues deshollino también el que está extinguido. No se sabe nunca. Es útil para mis volcanes y es útil para mi flor que yo los posea. Pero tú no eres útil a las estrellas…». El hombre de negocios abrió la boca, pero no encontró respuesta y el Principito se fue. Hace más de 70 años que se escribió este texto. ¿Qué ha cambiado? Muy, muy, muy poco. El mundo de los negocios está lleno de hombres (y mujeres) muy serios, que no tienen tiempo para saludar, ni para cuidar su salud. Una pena, porque cuando pierden la salud, se dan cuenta de que están solos (y solas) … mucho … Personas «muy serias» que se dedican a contar estrellas. Bueno, quizá no, pero hacen cosas con la misma utilidad que contar estrellas, poner la suma en un papel y guardarla en un cajón.
¿O crees que hay alguna diferencia entre lo anterior y llenar un informe de números (que nadie se lee) y que acaba en la papelera del escritorio?
¿Dónde está el entusiasmo? Entusiasmo viene en «En-Theos», en Dios. El entusiasmo es esa cualidad de nuestra esencia que nos conecta con nuestra dimensión más grande: la de dioses creadores de nuestro destino. Menos de un tercio de los trabajadores se siente comprometido con su trabajo. Dos terceras partes no saben el propósito del mismo (para qué hacen lo que hacen). Saben hacer su trabajo, pero no para qué lo hacen. ¿Donde está ese entusiasmo?¿Dónde está el disfrute con lo que hacemos? Jamás he visto un niño que esté esperando la hora para dejar de jugar. Jamás a alguien comprometido de verdad con su sueño, ponerse horas y fechas en el calendario. ¿Dónde están lo niños que todos llevamos dentro? Hace poco, mi fisio me comentaba cómo invertía el doble (sí, el doble) de tiempo por sesión, de lo que los clientes le pagaban. Para ella, no existe el tiempo cuando está en su consulta. No os equivoquéis: no lo hace por sus clientes, sino que lo hace por ella misma. ¿Por qué? Porque disfruta con lo que hace y no hay dinero que pague su cara de satisfacción, cuando cuenta lo ilusionada que está comprando un cuadro para decorar la sala tratamiento, o diseñando sus nuevas tarjetas de visita. ¿Cuanta gente podemos decir lo mismo?¿A cuántos se nos pone cara de niño cuando hablamos de nuestro trabajo? Miro atrás y me veo trabajando en sitios en los que me comportaba como un auténtico «hombre de negocios» (sí, haciendo «cosas muy serias» ….) rodeado por gente que no amaba lo que hacía.
Dame felicidad de verdad y no me des dinero. Estar sin dinero, es pasajero. Ser infeliz, es eterno (con o sin dinero).
Hace unas semanas vi a un ex-compañero al que me costó reconocer. Me costó porque lo vi en un escenario de un «bareto» (en el que no estábamos más de 30 personas), «flipando» mientras tocaba la guitarra con su banda de rock. En el escenario, era alguien apasionado por lo que estaba haciendo, y no un hombre gris, vestido con traje gris. Simplemente, entusiasmado, mostrando el niño que lleva dentro. Por eso te pido que contrates «niños» … mayores de 18 años, o de 30, o de 40, o de 50 …pero que sean «niños». Simplemente, hombres y mujeres que muestren su esencia y conecten lo que realmente son: «niños» que disfrutan haciendo lo que hacen. P.S: Dedicado a los «contadores de estrellas»: ¿De veras te crees que estás haciendo algo muy serio? De niño a niño te digo que estoy (casi) seguro que ni tú mismo te lo crees …
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