Hace unos días estaba delante de un café y unos cruasanes deliciosos conversando con una ejecutiva sobre el mundo de la empresa: los problemas que habitualmente se encuentra, lo que ve en las diferentes organizaciones con las que trabaja, el poco tacto para saber cómo gestionar las emociones, el «panorama» corporativo en el que la falta de liderazgo y la mediocridad está, desafortunadamente, muy extendido. Una visión nada optimista, pensé.
De repente, me dijo una de esas frases lapidarias que se te quedan grabadas:
El 99% de los problemas de las empresas vienen de no saber gestionar las emociones.
Inicialmente me pareció una estadística un tanto exagerada, dentro del tono «poco positivo» de la visión del mundo empresarial que me estaba transmitiendo.
Sin embargo, pensando un poco más esa frase, he de darle la razón: la falta de habilidades para gestionar las emociones lleva a conflictos evidentes o solapados (cuando las personas «se guardan» esos conflictos, generando resentimiento que a la larga acaba estallando…) que finalmente, generan ambientes irrespirables en las empresas.
No hace falta recurrir a las estadísticas, sino al sentido común, para saber que cuando el ambiente se vuelve «denso», la productividad disminuye de manera drástica y los profesionales, lejos de mostrar la mejor de sus versiones, se dedican a «protegerse de la que les puede caer» o a adoptar la táctica de «la mejor defensa es un buen ataque», con lo que en lugar de ser parte de la solución, pasan a ser parte del problema.
No hace falta ir muy lejos. Piensa en ti mismo. ¿Cuándo consigues más resultados y eres capaz de hacer más? ¿Cuando estás en un estado de tranquilidad y conectado con lo que te apasiona, o cuando estás bajo presión y miedo? La respuesta es obvia.
Por lo tanto, vamos a comenzar por el principio.
Índice
¿Qué es una emoción?
Sin embargo, en el mundo del coaching ejecutivo, utilizamos una definición diferente, muy práctica para el propósito que, como luego veremos, tienen las emociones.
Una emoción es energía en movimiento, junto con información
¿Energía en movimiento? Ante una determinada situación, o pensamiento, nuestra biología (nuestro cuerpo) reacciona de una determinada manera, liberando una serie de sustancias químicas (neuropéptidos) que hacen que toda una cadena de reacciones químicas internas generen esa energía.
Un ejemplo muy claro: ante una situación que consideras profundamente injusta. Pensabas que ibas a recibir una aumento salarial por tu contribución y esfuerzo diario a lo largo de todo el año, pero de repente, te enteras de que no va a haber tal aumento; y lo que es peor: recibes la noticia (habitualmente por radio macuto) de que ese aumento va a otra persona, la cual percibes que lo merecía menos que tú.
En ese momento se desata una emoción que podría ser, siguiendo con nuestro ejemplo, la ira contra tu jefe dada la «injusticia» que ha cometido.
La sensación que se genera dentro de ti no es otra cosa que esa descarga de sustancias químicas provocada por esa «noticia». Ese es el disparador de esa sensación que cada uno de nosotros, percibimos de manera diferente: en unos casos puede ser un simple malestar, mientras que en otros ante la misma situación, se puede convertir en una rabia irrefrenable.
Pero recuerda: no es más que energía en movimiento, que no está siento utilizada para lo que realmente se ha de utilizar.
Me explico: la emoción no es más que una «llamada de atención». Es como una «alarma» que nos indica que estamos viendo la realidad de manera diferente a como realmente es. Una imagen vale más que mil palabras… y si es un vídeo, aún mejor: aquí tienes uno muy corto (24 segundos) sobre cómo la perspectiva influye en lo que realmente vemos.
Por lo tanto, la emoción lo que realmente nos pide es una cambio de perspectiva, o como lo denominamos en los procesos de coaching ejecutivo, cambiar la lógica distorsionada que opera en nosotros.
3 mitos sobre las emociones
Piénsalo un instante. ¿Cuántos miles y miles de horas has dedicado a lo largo de tu vida a estudiar? ¿Y cuántas de esas horas las has dedicado a estudiar sobre cómo gestionar las emociones en el trabajo? Esta pregunta que habitualmente realizo a mis clientes de coaching, y en los seminarios que imparto, suele tener la misma respuesta: ninguna.
Por lo tanto, no es de extrañar que existan toda una serie de falsos mitos sobre las emociones. Aquí van tres:
Mito #1: Hay emociones buenas y malas.
La alegría es buena; la tristeza es mala. Por lo tanto uno «está bien» cuando está alegre, y «está mal» cuando está triste.
Esta es una de las tantas tonterías que constantemente se nos dicen: la publicidad, los medios de comunicación tratan de sacar «el lado bueno de la vida», todo «lo positivo», puesto que la felicidad está en encontrar esas emociones.
Sin embargo, nada más lejos de la realidad: las emociones son simplemente emociones y como hemos visto, son solo una llamada a un cambio de perspectiva. Ni es buena la alegría ni es mala la tristeza.
La búsqueda de la alegría a toda costa, se convierte en la búsqueda de placer (grave error) y deviene, en algunos casos, en la adicción a videojuegos, sexo, drogas… ¿Es eso bueno?
La tristeza asociada al duelo de la pérdida de un ser querido trae, en muchos casos, una visión de la vida mucho más amable y profunda ¿Es eso malo?
No hay tales emociones buenas o malas. Tan solo hay emociones.
Mito #2: Las emociones hay que controlarlas.
Cuando decimos controlarlas, decimos reprimirlas… y en línea con el mito #1, lo que realmente se quiere decir es mostrar las buenas y reprimir el resto. Mostrar alegría y euforia, y reprimir la tristeza, el miedo, la ira… dado que socialmente no están aceptadas.
Debemos aprender a gestionar las emociones, no a controlarlas.
Las emociones no se pueden controlar: simplemente suceden. Ahora bien, lo que sí que podemos hacer es gestionar lo que hacemos con esa emoción. Por ejemplo, ante la ira, podemos lanzar todo tipo de exabruptos hacia quien es el foco de la ira… pero eso, lejos de arreglar nada, solo va a empeorar la situación. O ante esa misma ira, podemos escoger gestionarla sin lanzar nada contra la otra persona y hacer que esa ira tenga un propósito adecuado para nosotros.
Por lo tanto, las emociones hay que gestionarlas de manera que cumplan con su fin: darnos una información valiosa para nuestra vida, y no controlarlas o reprimirlas, según el uso social.
Mito #3: Mostrarse vulnerable es malo
Mostrar lo que sientes en público es malo… o eso nos cuentan… ¿Cuántas personas conoces, dentro del mundo empresarial, que muestren abiertamente lo que sienten?¿Cuántos conoces que se den el permiso de llorar en público ante el dolor o reír a carcajadas por alguna tontería en una reunión con altos directivos?
El subconsciente colectivo nos dice que mostrar emociones nos hace vulnerables, mientras que la realidad es todo lo contrario:
Quien muestra sus emociones en público demuestra una enorme valentía, conecta con las personas que están a su alrededor y recibe la admiración de quienes no se han dado nunca el permiso de hacer tan grande demostración de humanidad.
Un líder sabe cómo gestionar las emociones
Un líder se apoya en cuatro fortalezas: la física, la mental, la espiritual… y la emocional.
¿Te imaginas a un líder auténtico, dejándose llevar por la ira? ¿O consumido por la tristeza, «como el cuadro de la pena»? ¿O eufórico ante cualquier situación que considera propicia?
Un líder sabe gestionar sus emociones y en el mundo empresarial, estamos muy faltos de líderes, de personas coherentes (pensamiento, palabra y acción alineados) con su corazón. Un líder es fuente de inspiración, y la palabra «inspirar» viene del latín inspirare ‘»soplar adentro de algo» y figuradamente «infundir ideas».
Para que una idea sea profunda y cale hondo en otra persona, ha de estar acompañada de una emoción. Ha de mover la energía interna, desde nuestro corazón.
«Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo. Evoca primero en los hombres y mujeres el anhelo del mar libre y ancho. Antoine de Saint Exupéry»
Y solo se puede inspirar a otros si la idea que deseas transmitir, te emociona a ti primero. Por ello, un líder sabe lo que realmente le emociona, le mueve para avanzar hacia su visión del mundo, y solo desde esta posición, puede inspirar a otros a que muevan el mundo.
Y al mismo tiempo, sabe gestionar las emociones que siente al percibir las situaciones que le ocurren en el día a día.
La pregunta clave es… ¿Y cómo hacerlo?
3 tips prácticos para saber cómo gestionar las emociones en la empresa
Tip práctico #1: Si hay emoción, no te comuniques con nadie.
Uno de los errores más frecuentes a la hora de afrontar cómo gestionar las emociones es ir, de inmediato, a contárselo a alguien, para desahogarnos. O lo que es peor «vomitarle» a alguien lo que pensamos en esos momentos sobre él (o ella).
Cuando estás atrapado por una emoción (recuerda que es un tema de reacción química en tu biología, en tu cuerpo) lo último que tienes que hacer es contárselo a alguien. No es cierto eso de que «desahogándote» te vas a encontrar mejor. Nuestro cerebro inconsciente es una grabadora y todo eso que le estás «vomitando al otro» se te está quedando grabado, por lo que aún de manera inconsciente, es lo que va a condicionar cómo te comportas en tu vida.
Por lo tanto, lo primero es guardarte para ti la emoción. Mientras sientas esa emoción dentro, no te comuniques (algo nada sencillo en un primer momento) y ve al paso siguiente.
Tip práctico #2: Cierra tu mente y deja que la emoción te atraviese.
Nada de lo que te ocurre es por lo que tú piensas que te ocurre.
(¿puedes releerlo otra vez, por favor?)
Nuestra mente «rellena» todo aquello que no sabe con películas e historias en las que nosotros somos los buenos, y el resto del mundo está en contra nuestra… Pero eso no es así: todo lo que viene conviene (esto también lo puedes releer) y cada cosa que nos sucede es para algo que habitualmente desconocemos.
Esa es la parte de la emoción que lleva asociada una información de enorme valía para cada uno de nosotros.
¿Y cómo saber esa información? Pues haciendo algo muy difícil, dado que nunca nos lo han enseñado a hacer.
Exactamente, lo que tienes que hacer es NADA. Ni accionar, ni pensar. Tan solo sentir la emoción que estás sintiendo, sin pensar en por qué te está sucediendo o quién es el «responsable» (por no decir culpable).
Sigue con tu vida (con lo que hagas habitualmente) a pesar de tu emoción. Créeme, antes o después te darás cuenta de la información que hay para ti en esa emoción.
Tip práctico #3: Todo es subconsciente. Pide ayuda a un profesional que haga visible lo invisible.
Cuando de niños nos caíamos en el recreo del cole, nos enseñaron que esas heridas había que curarlas. Ir a la enfermería, que nos desinfectasen la herida, taparla con una tirita, hacer las curas pertinentes y dejar que sanase.
Sin embargo, nunca nos dijeron qué hacer con las heridas emocionales. Esas que llevamos muy en lo profundo de nuestro subconsciente y que probablemente, necesiten de la ayuda de un profesional para curarlas.
Mi sugerencia es que cuando eso ocurra, cuando tus emociones sean tan fuertes que gobiernen tu vida (en lugar de tú a ellas), acudas a un coach profesional que, de manera precisa, te pueda mostrar la lógica en distorsión que está operando en ti, y te de una nueva perspectiva para reenfocar tu vida.
Si deseas comenzar a gestionar tus emociones, puedes asistir al taller práctico de «Primeros Auxilios Emocionales» que Ingeniería del Crecimiento dará el próximo 17 de enero de 2018.
Si deseas contratar los servicios de un coach ejecutivo, no dudes en ponerte en contacto conmigo para conocer nuestro método y qué es lo que podemos hacer.