El 14 de noviembre de 2013, más o menos a la misma hora en la que escribo este post, recibía el galardón al Líder de Calidad 2013, concedido por la Asociación Española para la Calidad (AEC). Rememorar (es decir, recordar con el sentimiento asociado) aquellos instantes, me traen un sensaciones muy agradables de agradecimiento por el galardón y por todas las experiencias que mi profesión me ha llevado a vivir a lo largo del tiempo. Revivir sensaciones de una trayectoria profesional de la que confieso, he estado distanciado en los últimos meses. En este post quiero compartir el discurso que pronuncié ese día, por un lado, para congraciarme con esa parte de mí que ha forjado lo que hoy soy. Por otro lado, quiero compartirlo para aquellos que quizá, pasen por momentos de duda o de «bajón» en su profesión.
Índice
Siempre hay malos momentos, pero ahí es donde se revela el material del que estamos hechos y con el tiempo, hasta podemos recordar esos momentos con una sonrisa que denota que «al final, no era para tanto la cosa» ….
Espero que os guste. *** Inicio del discurso *** Tres palabras sintetizan lo que para mí, representa la Calidad:
“Calidad significa Oportunidad”
En este auditorio plagado de profesionales, muchos de vosotros del ámbito de la calidad, con innumerables vivencias y formas de entender esta profesión, permitidme unas reflexiones sobre lo que ha representado la Calidad en mi trayectoria profesional y para las organizaciones en las que he tenido la oportunidad de colaborar. La Calidad me ha permitido el desarrollo profesional, pero sobre todo, el personal. Ser un profesional de la calidad da la oportunidad de colaborar en organizaciones de muy diversos sectores y tamaños. Personalmente, sectores casi antagónicos por definición como el gran consumo, y el lujo, o radicalmente diferente a ambos como la producción alimentaria. Me ha permitido trabajar con profesionales del conocimiento tan dispares, como marketing y finanzas, producción y ventas, logística y atención al cliente, … y tener la oportunidad de aprender algo de todos ellos. Profesionales en puntos tan dispares como países emergentes, done se impone la reflexión sobre la suerte que todos tenemos de haber nacido en un país desarrollado, o por el contrario, países líderes (y cito a Japón, por su trascendencia en la historia de la Calidad) donde atributos básicos de la calidad, como respeto, la mejora continua o el orden, …. son parte intrínseca de la cultura del país. En el fondo, ser profesional de la calidad permite gestionar esta diversidad de manera sencilla, porque a mi entender, la esencia de la calidad constituye un lenguaje común, que se resume en la frase que pronunció Henry Ford:
“Calidad es hacer lo correcto, cuando nadie te está mirando”.
No obstante, el profesional de la calidad no se puede entender sin un contexto. Actualmente, tengo la oportunidad de formar parte de un Grupo que hace más de 20 años educó a todo un país en la cultura del servicio, atención y compromiso con el cliente, con el eslogan que ha quedado como parte de nuestro subconsciente colectivo. El “si no queda satisfecho, le devolvemos su dinero”. En una organización de más de 96.000 empleados, con una cifra de negocio superior a los 14.500 millones de euros, cifras absolutamente abrumadoras, la calidad es parte del ADN de la misma y frente a toda la complejidad inherente a este negocio, cómo no, la esencia de la calidad implica oportunidad: oportunidad de hacer mejor lo que es bueno y porque no decirlo, de transformar aquello que, como en todas las organizaciones, no es merecedor de llevar nuestro sello. Oportunidad que se traduce en proyectos en los que el enfoque sistemático, la objetividad y la gestión por hechos y datos, la escucha activa y el respeto por el punto de vista de otros, el trabajo sobre el terreno y el uso de las herramientas que a cada uno de los profesionales de la Calidad nos confiere nuestra marca personal, hacen que en, definitiva, “No sea tan importante lo que hacemos, sino cómo lo hacemos”. Hace unos días leí que “En palabras sencillas: un líder es, simplemente, un ser humano que sabe a dónde desea ir y entonces, se pone de pie y avanza hacia allí”.
Aunque Seneca decía que “No hay nadie menos afortunado que el hombre a quien la adversidad olvida, pues no tiene oportunidad de ponerse a prueba”, he de reconocer que a veces, ante el tamaño de los retos y las dificultades, dan ganas más que de avanzar, de salir corriendo ….
En estos momentos es donde tener el apoyo y la implicación de otros, es la clave para seguir. Citando a Antoine de Saint-Exupery “Si quieres construir un barco, no comiences por cortar las maderas y distribuir el trabajo entre los hombres; sino que has de saber evocar en esos hombres el anhelo del mar libre y abierto”. El 17 de junio de 1994, permitidme decirlo así, un aspirante a “soldado raso” de la calidad, recogía el diploma de un curso impartido por la entonces AECC (Asociación Española para el Control de la Calidad), sobre “Gestión de la Calidad en la Industria Alimentaria”. En ese diploma, que es este que muestro, aparecía mi nombre y nunca hubiera imaginado que tal día como hoy, casi 20 años después, estaría recibiendo este galardón, por el que estoy profundamente agradecido a la hoy AEC, como también, a las direcciones de las diferentes organizaciones que me han confiado los proyectos de calidad en los que he tenido la oportunidad de trabajar, a mis colaboradores, sin los que no podría haber llegado hasta aquí y a mi familia, que siempre ha estado a mi lado. Para todos ellos, así como a todos los asistentes a este acto, sólo tengo una palabra: GRACIAS. *** Fin del discurso
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