A lo largo de más de dos décadas en el mundo corporativo, he tenido la ocasión de trabajar con otros muchos profesionales en diferentes proyectos y organizaciones, formar parte de un equipo de alto rendimiento multidisciplinar.
Como seguro que ya sabes, trabajar con otras personas no necesariamente significa trabajar en equipo.
Trabajar en equipo implica una decisión personal: la de poner tu talento y tus dones al servicio de un conjunto. La decisión de ser generoso y de poner por delante de tus intereses personales los del equipo humano en el que estás incluido.
Quizá ya solo por esto sea tan difícil encontrar equipos y aún más, de alto rendimiento, puesto que la competitividad que llevamos casi «a nivel celular» hace que trabajar en equipo sea un paradigma radicalmente diferente al que habitualmente nos han enseñado en un mundo tan competitivo.
Índice
7 aspectos que definen un equipo de alto rendimiento
Reflexionando sobre las características de los equipos en los que he tenido la ocasión de participar, he desglosado 7 características que me parecen comunes y casi diría, necesarias para poder calificar un equipo como «de alto rendimiento».
A estas características he llegado, en algunos casos, porque las he visto nítidamente reflejadas en mis colegas y las he valorado como excepcionales; en otros casos, tristemente, he visto como su ausencia desbarataba por completo la sola idea de que aquel conjunto de excelentes profesionales se acercase ni de lejos a algo que se asemejase a un equipo.
1.- Sentido de un propósito compartido.
Un equipo lo componen personas diversas: con distinto vocabulario, distinta edad, distintas habilidades, distinta experiencia o incluso, cuando se trabaja a nivel internacional, distinta cultura, distinto país, distinto idioma… Realmente, lo difícil es encontrar algo común entre ellas.
Para que esas personas se sientan parte de un equipo, como condición absolutamente necesaria está la de que el equipo tenga un propósito claro. Un para qué común a todo el grupo y que inspire sus pensamientos, palabras y acciones. Una meta capaz de movilizar lo mejor de cada una de ellas y ponerlo al servicio del conjunto. Un propósito de servicio a los demás.
Ese propósito debería de enunciarse en no más de 10 palabras y que todos los miembros del equipo, o de cualquiera que se cruzase en su camino, conociese.
Un mantra que todos repitiesen y que fuese el eje sobre el que pivotan todas las acciones y decisiones del conjunto. La «estrella polar» que guía a todos y cada uno de ellos.
«Mejorar la comunicación interdepartamental», «Reducir los errores en nuestras facturas» «Hacer más fluidas las entregas»…
No me refiero a tener un objetivo S.M.A.R.T, sino un propósito que inspire y haga que cada miembro del equipo esté orgulloso de pertenecer a él ya solo por el hecho de servir a algo más grande que ellos mismos.
2.- Sensación de seguridad
Imagina que vas por una autopista en un día soleado. Un buen coche, una buena vía y un día maravilloso. ¿Cómo es tu posición al volante? Imagina ahora la misma autopista, el mismo coche, pero en un día de niebla cerrada. ¿Tu posición al volante es la misma que en el caso anterior? Seguro que no.
Cuando sabemos que estamos en un entorno de seguridad, en el que se nos permite hacer nuestro trabajo, errar, corregir, modificar, cambiar de opinión sin ser juzgados… es cuando nos relajamos y podemos sacar lo mejor de nosotros mismos. Si, por el contrario, tenemos que estar pendientes de guardar las formas, del qué dirán o qué pensarán los otros, de si alguien se molestará por cada cosa que hacemos… entonces la atención se centra no errar, en lugar de acertar, siendo el resultado el opuesto al inicialmente esperado (donde pones el foco, pones la energía).
Para que un conjunto de personas llegue a ser un gran equipo, necesitan sentirse con la posibilidad de hacer y errar, sin que eso conlleve castigo alguno.
3.- Responsabilidad y rendición de cuentas.
Las víctimas buscan excusas; los líderes, sin embargo, son responsables siempre y en toda circunstancia de lo que hacen (o no hacen).
Cuando cada miembro del equipo tiene clara su responsabilidad, actúa en consecuencia y rinde cuentas de sus acciones sin «escurrir el bulto» ante las adversidades (que siempre llegan), es cuando se genera un clima de auténtico trabajo en equipo.
No se trata de relaciones jerárquicas, sino de un clima de confianza y respeto mutuo en el que cada uno no es ni más ni menos que el resto.
Todos se sienten protagonistas de lo que estás ocurriendo, sin que nadie tenga que pedir cuentas a nadie; todos se sienten con la libertad de exponer y exponerse de manera natural.
Por cierto, en este entorno de responsabilidad compartida, desaparece el control y aumenta la transparencia de manera exponencial, con un beneficio colateral inmenso: la reducción de costes, puesto que ya no existe una jerarquía que invierta tiempo y recursos en controlar, sino que todo está a la vista de todo el mundo.
4.- Disfrute
No conozco a nadie que, de manera sostenida en el tiempo, haya realizado un gran trabajo que no le gustase.
El maestro budista Shantideva, allá por el siglo VII d.C. decía que «deberíamos disfrutar haciendo cosas buenas para los demás».
Si no disfrutamos con lo que hacemos, no podemos entrar en el «estado de flujo» que hace nuestras acciones sean fáciles y fluidas, y si no fluimos, todo se hace con esfuerzo y el esfuerzo irremediablemente acaba en cansancio.
Cuando un conjunto de personas disfrutan trabajando como equipo es cuando pueden expresar a su máximo nivel sus dones y talentos
Sólo aquellas personas comprometidas con su trabajo pueden disfrutar con él, y solo cuando disfrutas te puedes comprometer con tu trabajo… que paradójicamente, deja de ser un trabajo para convertirse, simplemente, en disfrute.
El coaching ejecutivo para empresas, puede ser una buena opción para ayudar a conseguir esa cohesión necesaria en los equipos de trabajo.
5.- Confianza y respeto
Muy ligado al punto de la responsabilidad y rendición de cuentas está la confianza y el respeto.
Solo se puede construir un auténtico equipo desde la confianza de unos en los otros y en el respeto hacia los demás. Si no hay confianza, si unos dudan de los otros, la mínima chispa entre ellos hace estallar todo el conjunto. Si no hay respeto, entonces no hay nada.
La confianza y el respeto no se demuestran en un papel: se huelen de lejos.
Es una cuestión de «feeling»: se nota cuando se confía (o no) en la otra persona. Se nota cuando se respeta (o no) el trabajo y las ideas de la otra persona. Se nota cuando, a pesar de todos los formalismos y las «buenas poses», hay un fondo de desconfianza y de falta de respeto.
¿Cómo te sentirías si en un equipo de alto rendimiento, los demás desconfiasen de ti y a la mínima, se faltase al respeto a lo que dices o haces?¿Pondrías lo mejor de ti o estarías tentado a desconfiar del resto? Y en ese escenario, ¿serías capaz de dar el máximo?
Yo, desde luego, no… y francamente, tampoco he visto a nadie que lo hiciese.
Como siempre, todo empieza por uno mismo, y si quieres tener el respeto y la confianza del resto, has de ser tú el que respete y confíe al 1000% en el resto de los integrantes del equipo. Eso es lo que se huele de lejos.
6.- Ritmo de trabajo adecuado
Para expresar este punto, no se me ocurre mejor ejemplo que el de una guitarra: para que el acorde suene, cada una de las cuerdas ha de tener el grado de tensión adecuado (estar afinadas).
Cada cuerda soporta su tensión de tal manera que el conjunto suena armónico: no se trata de aplicar la misma tensión a cada cuerda, si no de que cada cuerda tenga el grado de tensión adecuado a su cometido (su nota musical).
Es un error creer que todos los miembros de un equipo tienen el mismo ritmo o deben funcionar de la misma manera.
Lo que sí que han de hacer es funcionar de manera que el conjunto obtenga en cada momento lo que se requiere de cada uno de ellos, alineado con sus dones y talentos.
Si una persona es buena comunicando, ahí es donde debe dar el máximo. Intentar que alguien cuya fortaleza no es la comunicación, se erija en portavoz del equipo, por una malentendida igualdad, hace que el conjunto pierda.
7.- Humildad
Todos, sin excepción, sabemos cómo nos sentimos cuando realizamos una actividad. Todos sabemos si estamos dando el máximo, si estamos confiando en los demás, si estamos alineados con lo que realmente deseamos hacer… o si por el contrario, simplemente «estamos ahí».
Un gran equipo de alto rendimiento, que sea más que cada una de sus individualidades, ha de partir (paradójicamente) del hecho de que cada integrante del grupo desee liderar el grupo, porque el auténtico significado de la palabra liderar es servir.
Solo desde la humildad se puede liderar, puesto que el liderazgo es servicio
Cuantas más personas con esa actitud humilde (que se traduce, básicamente, en hacer lo que sea necesario en cada momento por el bien del equipo, «arremangándose» si hace falta para sacar el trabajo de otro) formen un equipo de alto rendimiento, más probabilidad hay de que ese equipo entregue algo realmente excepcional.
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